Nunca pensé yo que tendría miedo a encender la luz de mi casa, poner lavadoras o el lavavajillas o ponerme a empollarme los manuales de instrucciones para saber cuánta capacidad de ahorro energético tienen. Vivo sin vivir en mí a la espera de la factura de la luz. Yo creía que los Gobiernos estaban para querer a la gente. Pero se ve que no.

Meterle un subidón de un 40% a algo tan básico como la luz, en medio de la crisis económica que viene armándose en plan maremoto debido a la pandemia de coronavirus, me ha hecho enfadarme con los postureos de este Gobierno, que improvisa más que gobierna. Menos mal que estamos en verano, y la luz bonita del sol se alarga para subirnos la moral y la autoestima, esa luz que los canarios sabemos valorar viajando por todos los hermosos rincones de nuestras ocho islas. Así lo está celebrando nuestro sector turístico, tan desolado por virus que se saltan todos los semáforos. Toca tener conciencia social, sentido de la colectividad, fuerza de grupo. Los individualismos que ha traído consigo el mundo contemporáneo deben perder fuerza para que vuelvan a nuestro diccionario palabras como colaboración, cooperativismo, armonía, y, entre todos, volvamos a encarrilar el tren del siglo XXI que, en Canarias, pasa por sostener nuestra única industria, que es la turística. Todos podemos aportar nuestro granito de arena. Pensar en el prójimo no cuesta tanto, sobre todo cuando el prójimo en Canarias es uno mismo. Se puede ayudar hasta por egoísmo.

Si nos quedan cuatro perras ahorradas, pongámoslas a circular en El Hierro, la isla de moda este verano, que nos regala Tecorón y su Mar de las Calmas, o en Las Palmas de Gran Canaria, que nos brinda Las Canteras o en La Graciosa, y así pasamos primero por Fuerteventura y Lanzarote, que tienen amarillas arenas y rojas lavas incendiadas, o de este lado acerquémonos a los bonitos verdes de La Palma y a la magia de La Gomera y al Teide, que podemos ver en caminos de ida y vuelta porque nos llama desde cualquiera de las cumbres de las islas. En toda nuestra tierra brilla la luz que cuenta, la luz gratis, la luz atlántica que han cantado todos nuestros poetas, desde Antonio de Viana a Manuel Padorno, desde Elsa López a Luis Feria o Rafael Arozarena. Todos ellos encendieron el interruptor de la luz atlántica, ahí, sobre el mar, toda nuestra.

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